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Claro que leo
Aquí la noche existe solo para que un tigre viva bajo una almohada, y con él, el lector salte a otras horas del día.
Tigre, / dame una manita de gato. / Quiero salir / a probar ese mundo/ a la carrera. / No podría hacerlo sin ti.
Afuera, dice el niño, están los chicos grandes, las materias desconocidas, la maestra y los policías: todo lo que le asusta.
No quiero tu piel, / ni tus colmillos, / ni siquiera tu rugido / metido en un pañuelo. / Si acaso, / tigre mío, / quiero una mano, / una manita de gato.
No hay un adulto. Es el niño que imagina solo la fabulosa vida del tigre.
La poesía de García Esperón, juguetona, inteligente, explora en las metáforas de un mundo habitado por el tigre y dibujado por el niño: las rayas son la piel del cuaderno escolar, la noche es de Bengala, los zarpazos de humo, la cama es la hoja de papel… Las ilustraciones de Magallanes exploran magistralmente ese universo, con materiales y texturas que enriquecen aún más el poema (ganador del Premio Hispanoamericano de Poesía para Niños 2005).
Encendí la vara de luz / y se hizo el tigre. / Iluminado, / duró lo que un regocijo. / Quedó dibujado en la noche / mucho rato. / Hasta que para despedirse / dio un zarpazo / de humo.