Tigres de la otra noche en Canal Lector

Ilustración de Alejandro Magallanes para Tigres de la otra noche

Fuente: Canal Lector (España)

Poemario que obtuvo el Premio Hispanoamericano de Poesía para Niños 2005. Es un viaje a la infancia que tiene como personaje central al tigre, animal que fascinó a Jorge Luis Borges, a quien la autora rinde homenaje. Los poemas, estructurados en forma circular, son breves y sencillos, y destacan por la facilidad con la que conectan con la imaginación infantil. En ellos el tigre es el amigo imaginario de los niños, su otro yo, un animal salvaje, libre y solitario, en el que pueden verse reflejados. La propuesta gráfica, llena de texturas, aporta fuerza y sentido al texto.

Asomarse a lo inagotable. Entrevista con Sergio Andricaín y Antonio Orlando Rodríguez

Asomarse a lo inagotable (Fragmento)



Sergio Andricaín y Antonio Orlando Rodríguez


¿Cómo fue el proceso de escritura de Tigres de la otra noche? Mientras escribías los textos, ¿tenías algún destinatario en mente? ¿Qué te llevó a enviar el manuscrito a un premio de poesía infantil?

Me encontraba escribiendo Querida Alejandría cuando al “hojear” páginas web para descansar de la escritura, hallé la convocatoria del concurso. Casi sin pensar, abrí otro documento en word, paseé la mirada por la habitación para encontrar un tema y vi un pequeño tigre pegado en mi computadora, un tigre de goma que había realizado mi hijo cuando estaba en preescolar y que yo había guardado por su encanto infantil, y escribí el primer poema, que es una invocación. En esa misma tarde, de un tirón, escribí los veinte poemas breves, llamaba a mi hijo y se los leía y al mismo tiempo se los enviaba a mi madre por email. Ella me llamó por teléfono llorando al anochecer, pidiendo que no se terminaran los tigres, que no se fueran… y su sentimiento me otorgó el final del poemario:


Mi tigre regresó
la otra noche…


Jamás había escrito poesía. Sí he sido lectora de poesía –mi preferida es la poesía española de la primera mitad del siglo XX, mis autores Antonio Machado, García Lorca, Miguel Hernández y Alberti, cuyas obras me sé de memoria en gran parte–, pero como escritora me ubico en la narración. Sin embargo, ese momento de creación del poemario fue, y así lo recuerdo, como un instante privilegiado, un largo instante sagrado en que me fueron deparados –que así lo diría Borges– esos poemas. Tigres de la otra noche no es un esfuerzo. Tigres de la otra noche es un don. En la rueda de prensa en que se anunció que yo había ganado, manifesté: “Yo no escribí los Tigres de la otra noche, los escribieron los grandes autores a través de mí”. Lo sigo pensando. Lo pienso más ahora que en esa mañana de noviembre de 2005 en que lo dije, pues he tenido oportunidad de comprobar los efectos de esos poemas en las personas, las imágenes que les suscitan, los sentimientos que renuevan y la fuerza espiritual que poseen.

¿Por qué un libro sobre tigres? ¿Te sientes atraída o vinculada de alguna manera a esos animales? ¿Simbolizan algo para ti? ¿O son un motivo puramente literario?

Yo conocí a Borges, su literatura, hasta los veinte años. Con asombro comprendí que su canon literario había sido en buena parte el mío, con importantes excepciones y guardando por supuesto todas las distancias que se le deben a un autor de esa magnitud. La relación de Borges con el tigre describe perfectamente mi relación con los antiguos textos que me enamoran, con los jeroglíficos que no puedo leer, con las letras que no comprendo, con los idiomas perdidos, con el amor imposible. El cuento “La escritura del dios”, el libro El oro de los tigres, la palabra “otro” y “otra” tan usada por el genial argentino, los remito a la descripción de esa realidad que no podemos ver, pero que es la fuente de la grandeza del espíritu humano. La podemos llamar con muchos nombres, solamente el mito y la poesía pueden intentar explicarla. Hay un pasaje bellísimo de laIlíada en que Atenea le quita al guerrero Diomedes la tiniebla de los ojos para que pueda distinguir quién es dios y quién no lo es. Pues si no tuviéramos tiniebla en los ojos, podríamos descifrar la escritura del dios, las rayas del tigre, los dibujos de las llamas, los alfabetos del agua.

El tigre es lo irreductible, lo salvaje, lo inmisericorde, lo bello. El fuego es intensamente bello y quema, el agua es estremecedoramente bella y puede ahogarte, el tigre tiene una insoportable belleza y puede desgarrarte, devorarte. Su peligro es su fuerza. Y por si fuera poco, Borges nos lo dibuja como metáfora del tiempo. El tiempo es el tigre que me devora pero yo soy el tigre, dice. Y abusando de su generosidad de poeta utilizo su expresión para descubrir lo que me ha pasado con ese libro, y lo que me seguirá pasando. Como al héroe Diomedes, por un breve tiempo el ganar ese premio me quitó la tiniebla de los ojos, sufrí días de insomnio de los que perdí la cuenta y tuve una experiencia mística, la llamada “transmutación radical de la experiencia temporal”. He arañado el cielo con ese libro. Pero también he sufrido mucho debido a ese libro y llorado amargas lágrimas provocadas por la incomprensión y la indiferencia, por la desilusión y, en una ocasión, por el uso oficialista que se le dio a ese libro para justificar el proyecto político de una funcionaria de educación pública, desvirtuando toda su esencia y lo peor, con mi autorización, pues no supe reaccionar a tiempo para salvarlo y salvarme. Necesité un año entero para “curarme” de esa traición a mi propio libro.

Pero es que el fuego quema y el agua ahoga. El tiempo consume. El tigre devora. Por eso los Tigres de la otra noche no pueden ser para mí simplemente literatura, aunque a la Mallarmé, hayan ido a parar a un libro. Un libro ilustrado, además.

A tu juicio, ¿existe una poesía para niños o simplemente una poesía que también pueden leer los niños?
Existe solamente una poesía. Y su definición, que es para mí, la que dio Platón: ese algo liviano, alado y sagrado.

¿Qué tipo de niños crees sintoniza mejor con ese libro?

El niño en el adulto, definitivamente. Hace poco, un amigo de mi esposo, un ingeniero de 60 años, leyó frente a mí los veinte poemas. A la mitad levantó la vista y con unos ojos diferentes a los que tenía antes de comenzar a leer, me dijo: “Me estoy acordando de mi infancia”.

El niño en el adulto es también un niño importante. Un niño muy importante. Un niño real. La infancia es el pozo del ser, ha dicho Gaston Bachelard. Tocar el misterio de la propia infancia es una de las experiencias más intensas y transformadoras que pueda tener un adulto.

¿Qué es para ti la poesía?

El poder misterioso que todos sienten y no se puede explicar, en palabras de García Lorca: el duende. No es cosa de todos los días, ni siquiera se puede inducir, viene de esa especie de realidad sagrada que de repente aflora en la creación en acto, a veces sin palabras como en un momento de danza, en un quiebre de la muñeca del torero ante la media luna del toro. Hablo de duende, de luna y de toro (curiosamente personajes de El disco del tiempo: Pasifae, la luna; Minotauro), de la tradición mediterránea –constitutiva de nuestra cultura latinoamericana– que es una tradición de sangre. La sangre como ligación entre los orbes, la libación de los antiguos a la tierra, el murmurar las palabras del ritual, que son siempre un poema. La sangre sustituida por el vino, fruto de la tierra, la transmutación milagrosa de las religiones mediterráneas.

La poesía expresa nuestra vinculación con el misterio, nuestra vocación de inmortalidad, nuestra apetencia de muerte porque solamente la muerte le da su sentido cabal a la vida. Yo te plantaría, muerte, por ver si verdeabas, dijo el poeta español transterrado en México Luis Rius. Así mirada, es la poesía fuente de sentidos, viaje al origen, viaje a través del río del tiempo, para remontarlo, no para describirlo como una serie de sucesos al infinito, sino para conquistar el poder de estar presente en el tiempo original, que es la edad de oro. Y esto era, a fin de cuentas, la raíz y el cometido de la poesía de tiempos de Homero: técnicas más que literarias, sagradas para remontar ese río temporal a través de la Memoria. Mnemosine, según Homero, es la deidad que canta “todo lo que ha sido, todo lo que es y todo lo que será”.
Otra definición de poesía que me eleva y entusiasma la tomo de una inscripción órfica en una lámina de oro que acompañó hace muchos siglos a un muerto afortunado: el agua fresca que fluye del lago de la Memoria.

¿Qué puede aportarle la lectura de ese libro a un niño?

Tal vez, y solo tal vez, refrendar su derecho de soñar, usando otra bella expresión de Gaston Bachelard. Los niños soñadores –aunque creo que todos los niños son soñadores– son a menudo tildados de distraídos, raros o atípicos. Es en la ensoñación donde el ser del niño se expande, donde toma contacto con su soledad, misma donde encontrará o más bien, no encontrará los límites de su alma, tan profundo es su logos, como dijo Heráclito. Ese tesoro de la ensoñación infantil es el que evocado en la edad adulta, reactualizado, puede liberar la increíble fuerza del espíritu humano, que no tiene por qué ser propiedad exclusiva de los grandes hombres que en el mundo han sido, sino de cualquiera que recuerde que en algún tiempo era capaz de distinguir al tigre escondido en la alfombra, con su poder, su complicidad y su peligro.

Tigres de la otra noche en Azotea de Libros


Fuente: Azotea de libros

Tigres de la otra noche. María García Esperón, ilustrado por Alejandro Magallanes. México, Fondo de Cultura Económica; Fundación para las Letras Mexicanas, 2006.

A través de veinte poemas, que bien podrían ser un solo canto, se construye la épica de un personaje que se descubre en medio de tigres en la cotidianidad de la ciudad, tigres que son su interior, su compañía, que son él mismo, que le develan la vida, la noche, los sueños.

Los poemas se van hilando de tal forma que difícilmente se puede pausar la lectura entre uno y otro. Esta pequeña épica prescinde de la rima para narrar, con sorprendentes imágenes, aquello que sucede en el mundo interior del protagonista, que puede ser el lector mismo.

La sensibilidad y precisión con que están escritos los poemas de Tigres de la otra noche brindan al lector la posibilidad de distintas lecturas, ya de un texto narrativo, ya de una búsqueda por nombrar aquello que se siente en momentos difíciles de la vida.

Las ilustraciones merecen especial mención, pues desde el misterio, iluminan y acentúan las múltiples posibilidades de significar al texto, pues ellas mismas ofrecen diversas interpretaciones.

Tigres de la otra noche: poemario para niños, en Tabasco hoy

'Tigres de la otra noche\', poemario para niños

La escritora María García Esperón usa como personaje central a felinos para captar la atención de los infantes

Publicado: Martes, 14 de Noviembre del 2006, a las 19:00 hrs.

Fuente: Tabasco hoy

Felinos rayados de todos tamaños y en todas las formas posibles habitan en "Tigres de la otra noche", un "amoroso" poemario para niños en el que lanarradora María García
Esperón ubica al mítico animal como un alter ego, el otro yo o el amigo imaginario de los infantes.

El libro, que obtuvo el Premio Hispanoamericano de Poesía para Niños 2006", convocado por la Fundación para las Letras Mexicanas y el Fondo de Cultura Económica, apuesta por la palabra poética, por contarle breves historias a los pequeños lectores con temas de su mundo cotidiano, en las que se ven reflejados e identificados.

La escritora, quien se ha destacado por su pluma precisa y por sus textos de ficción, un día se propuso escribir poesía para niños teniendo al tigre como el personaje central, porque lo concibe como un animal salvaje, libre y solitario, que entusiasmó y generó mucha de la escritura del argentino Jorge Luis Borges, a quien le rinde un homenaje con la edición.

Con esa certeza de que el otro es uno mismo, que es una de las teorías centrales del autor de "El Aleph" y "Ficciones", la narradora mexicana escribió de un "jalón", los 20 poemas que conforman el volumen que tiene ilustraciones de Alejandro Magallanes.

"Los niños están capacitados para entender, sentir, entender y disfrutar la belleza de las palabras, tal vez no penetren en su completo significado pero el sonido les parece hermoso, tal como decía Borges: ‘en las letras de rosa está la rosa y todo El Nilo en la palabra Nilo’, refirió la autora.

Con ese libro, María García Esperón le muestra a los pequeños lectores que el tigre es valiente, veloz, salvaje, solitario, que corre veloz como su nombre porque es una palabra persa que significa flecha, también le dice que en este libro hay un gran enamoramiento entendido como el amor que mueve a las estrellas alrededor del sol.

"Si hablamos de poesía creo que no hay mucha, en los libros de la SEP se incluyen poemas que no son para niños porque no se hace mucha poesía para el lector infantil, entonces se incluyen poemas que son hermosos pero son para adultos, parece que estamos vacunando a los niños contra la poesía porque no es su momento", dijo García.

La también autora de otros libros como "Sibila" o "Querida Alejandría" aseguró que el tigre es un animal salvaje, irreductible, solitario, piel de fuego, peligro, indescifrable, pero sobre todo solitario que les enseña mucho a los niños a encontrarse con ellos mismos.

El tigre, añadió, es como un amigo imaginario, le comparte el valor a los niños, le propicia la soledad que no es una calamidad, aunque en las sociedades actuales se le tenga en esa categoría, más bien es un puente con la realidades cósmicas y antropológicas.

"La soledad es la madre como en el flamenco, en estas soledades infantiles el niño expande su ser y el niño es cósmico, es inmenso, es encontrarse o reconocer un mundo interior que por esencia es libre, entonces, la soledad en un primer momento le da al niño la libertad y la seguridad de ser él", acotó la poeta y narradora.

"Tigres de la otra noche", que está hecho con el corazón y la pasión por la narrativa de Borges, quien hablaba del tigre pero también del otro, como el reflejo de lo que el ser humano es, se presentará el próximo sábado en la XXVI Feria Internacional del Libro
Infantil y Juvenil, que se realiza en el Centro Nacional de las Artes.

Tigres de la otra noche en un proyecto del Instituto Cervantes de Bordeaux

"La biblioteca del Instituto Cervantes de Bordeaux propone a las bibliotecas y escuelas maternales y primarias de la Gironde el préstamo de dos maletas de libros en español, especialmente concebidas para los más jóvenes.
"Animados por la voluntad de dar a conocer la literatura juvenil española e hispanoamericana, y conscientes de las dificultades que tienen un público no hispanoparlante, para nuestra selección hemos dado prioridad a los poetas y a los ilustradores. Privilegiando así los lenguajes universales, hemos podido constituir maletas coloridas y atractivas, con múltiples grados de comprensión".


Tigres de la otra noche, de María García Esperón. México: FCE, 2006

"Cuando se es un niño frágil e indefenso, ¿qué mejor que un tigre fuerte y cómplice para acompañarnos en todas nuestras aventuras? Un viaje iniciático intenso que encaminará naturallmente al joven héroe del sueño a la voluntad de soñar. (Premio Hispanoamericano de Poesía Para Niños 2005)".

Tigres de la otra noche en la Antología de Lecturas 2010-2011 del DF


Dentro de una loable iniciativa de la Administración Federal de Servicios Educativos del DF titulada "Leemos mejor cada día", ha sido incluido el libro Tigres de la otra noche en la selección de lecturas para tercer año de primaria. Estos tigres acumulan rayas gozosas gracias a todos los esfuerzos concentrados en ese libro por parte de la Fundación para las Letras Mexicanas, el Fondo de Cultura Económica y el talento de Alejandro Magallanes. Un libro de esta calidad refrenda cotidianamente la importancia de que los niños accedan a la poesía a través del aula.

Tigres de la otra noche en la Biblioteca de Aula de Colombia


Dentro del Modelo Educativo de Aceleración del Aprendizaje, implementado por el Ministerio de Educación Nacional de Colombia, la selección de libros para la Biblioteca de Aula ha incluido en la sección dedicada a la poesía Tigres de la otra noche.

Un poema de Tigres de la otra noche

Tigres de la otra noche en FELIMAZ 2012

Tigres de la otra noche en el canal 24 de RTVE

Galería de Tigres en el Preescolar Lauro Aguirre

Tigres, dibujos y mucha magia en Guadalajara

Nelly Ibarra Frías es promotora de lectura y además una cazadora de momentos mágicos, como éstos que atigrados ya quedan para siempre...

Fotos: (C) Nelly Ibarra




Tigres y momentos en Guadalajara



En la Escuela Manuel Martínez Valadez, con sus inolvidables maestros



Los niños hicieron interesantes preguntas sobre lo que significa ser escritor

Entre tigres soñados y sonrisas dibujadas

Los niños de la escuela Manuel Martínez Valadez ilustraron Tigres de la otra noche



Tigres de la otra noche en Ver para Leer (Chile)



El equipo de Bibliotecas Escolares CRA del Ministerio de Educación de Chile ha elaborado un espléndido volumen en torno al libro álbum y Tigres de la otra noche ha sido incluido en este viaje fascinante por las más hermosas imágenes destinadas a los niños en los últimos años: Ver para leer, acercándonos al libro álbum.

Leyendo Tigres de la otra Noche en la Biblioteca Central de León


Visita a la Biblioteca Central de León Guanajuato
24 de abril 2013

Tigres de la otra noche en la Feria del Libro de Madrid 2008



Guía de lectura de libros infantiles y juveniles sobre América Latina
67 Feria del Libro de Madrid
30-05-08 al 15-06-08

"Hay una especial tendencia al ritmo y a la música en la tradición literaria de Latinoamérica. Hay un modo de escribir que hace que las palabras se unan en una cadencia melodiosa y hay mucha poesía flotando en el aire".

En esta selección realizada por la red de bibliotecas de la Comunidad de Madrid, A Mano Cultura y Colectivo de Libreros del Club Kiriko, se han reunidos libros para niños y jóvenes relacionados con Latinoamérica.

En la sección dedicada a la poesía han incluido Tigres de la otra Noche con esta descripción:

"Sin buscar la rima, pero sí controlando muy bien el ritmo de la frase, la autora crea un poema largo, misterioso y enigmático en el que un niño busca un tigre, que es como buscar la aventura, el riesgo, la vida. Sale a las ciudades y se cruza y habla con otros que ya conocieron al tigre. Las ilustraciones realizadas en collage con materiales orgánicos introducen el rastro de la naturaleza en el libro".

Guía de lectura de libros infantiles y juveniles sobre América Latina 67 Feria del Libro de Madrid 2008

Tigres de la otra noche en los "Altamente recomendados" de Fundalectura 2008



La organización colombiana Fundalectura en su lista Altamente recomendados 2008 propone "100 libros sobresalientes para compartir con los más chicos, desde los bebés hasta los jóvenes lectores. Los comités de valoración de Fundalectura los recomiendan a maestros, bibliotecarios y padres de familia para que puedan ofrecerles a los más jóvenes las obras de mayor mérito, las que pueden entusiasmarlos y formarlos como lectores".

Tigres de la otra noche forma parte de esta lista, para niños a partir de 6 años.

Altamente recomendados 2008



Tigres de la otra noche, por Anabel Sáiz Ripoll en Arena y Cal

Fuente: Arena y Cal (España)

Por Anabel Sáiz Ripoll


Si pasamos a comentar “Tigres de la Otra noche” –ilustrado de manera riquísima por Alejandro Magallanes- es también un texto unitario que nos cuenta una historia llena de emoción y fantasía entre un niño o una niña –o la propia autora- y un tigre:

“Hay un tigre
bajo mi almohada
todas las noches
estrena rayas.”

El tigre es el ser que emplea la poeta para conocer mundo, gracias a él sabrá qué hay detrás de las cuatro paredes de su habitación. El poemario es un homenaje que rinde la autora a los héroes y autores de la literatura infantil y juvenil y, sobre todo, al tigre que es uno de los símbolos del escritor argentino Jorge Luis Borges. El tigre, como ocurría con Don Aire es el símbolo de la libertad, de la fuerza. No podía ser de otra manera viniendo de una mujer tan apasionada como María García Esperón. No quiere tener miedo y el tigre le proporciona la energía necesaria:

“Tigre,
dame una manita
de gato.
Quiero salir
a probar este mundo
a la carrera.
No podría hacerlo sin ti.
Afuera
están los chicos grandes,
las materias desconocidas
la maestra y los policías.
No es que tenga miedo:
sólo un poco de precaución,
que no es del todo mala.
Pero si me das algo tuyo...
algo simbólico,
no te asustes.
No quiero tu piel,
ni tus colmillos,
ni siquiera tu rugido
metido en un pañuelo.
Si acaso,
tigre mío,
quiero una mano,
una manita de gato.”

Con el tigre viaja a la India, hacia lo desconocido, en donde vive aventuras mágicas, pero regresa a la realidad y quiere que el tigre siga a su lado:

“¿Quieres venir conmigo?
¡Anda!
Te llevaré a la escuela.
Te sentaré en el sitio
de mi mejor amigo.
¡Cuidado con tu cola!
Trata de enroscarla
debajo del pupitre.
Así está bien.
¡Tus bigotes!
¿No puedes guardarlos?
Distraen a la maestra.
Trae acá esa pata.
Aquí,
sobre mis hombros,
para que,
en el recreo,
todos sepan
que yo tengo un amigo
verdadero.
Dictado.
Hay que poner acentos
en diez palabras.
Cerré los ojos
y volví a abrirlos...
Los acentos
eran rayas.
Sobre la hoja
y las diez palabras
el tigre
salía de caza.”

El mundo real y el imaginario, la rutina y la fantasía, Sancho y Quijote se hermanan en estos hermosos versos, de medida desigual, que nos hablan de una hermosa historia de amistad. El tigre no parece encajar en la escuela y por eso:

“Llevé a mi tigre
al zoológico.
Lo pensé mucho
–no fuera a pasarla mal–
pero quise correr el riesgo.
Estuvo mucho rato
apoyado
en los barrotes
de la jaula de los tigres.
Finalmente rugí
y salté sobre las rejas,
asombrando al cuidador
y a los cachorros.
Le arrebaté al guarda
las llaves de la jaula
y abrí la puerta de la prisión.
Lo demás fue un río de tigres
corriendo bajo los árboles
entre nubes de globos
y algodones de azúcar
y nubes de verdad
y libertad dulce.”

La libertad de nuevo, la libertad tan importante en nuestras vidas y que nadie puede arrebatarnos. El tigre es como una ilusión en la vida de la poeta, que la sigue a todas partes, que hace que su vida sea menos aburrida y gris, que sea una vida especial. María García Esperón recoge muy bien los elementos que conforman la vida de un niño y cómo éste rompe lo que parece serio, organizado, cabal y crea una ilusión hermosa, llena de rayas porque:!

“Abrí el viejo baúl
y ahí estaba:
enroscado entre mis cosas,
mis libros,
mis juguetes,
mis estampas.
Adormilado y contento.
con los ojos bien abiertos en un sueño.
¿Has pensado
que si abres la puerta
de tu armario
le podrías ver la cara
al tigre?
Escondido.
Agazapado entre las flores.
Soñoliento.
Coronado de rosas.
Rey en su jardín,
oculto por sus rayas.
El tigre de la alfombra
sabe que es mirado
solamente por mí.
Ellos pasan por el rastro
que deja la luna
cuando viaja.
Hunden sus patas
en la hierba
que tiene perlas.
Se beben la noche
sin copa ni vaso,
despacio.
Y si llegan a mirarse
tiemblan
de belleza.
Tigre
de la caja de colores
apenas diste
un zarpazo de acuarela.
La jungla se deshace
porque ha llovido
y te me olvidaste, tigre
agazapado,
en la hoja de papel
bajo el árbol.”

Pese a que (el tigre es una fiera/ a su manera...) la historia llega a su fin y la vitalidad del tigre –y de los sueños- también:

“Vino a despedirse.
La piel le colgaba
un poco
(de los codos).
De repente
me pareció viejo.
Debo confesar que,
cada día,
me costaba más trabajo
hacerlo correr.
De salir a cazar
bajo la luna,
ni hablar.
“Hace mucho frío”,
le decía yo,
como pretexto.
(Y no era cierto.)
El que no quería
correr ni cazar
–ya lo adivinaste–
era yo.
Por eso se hizo viejo.
Por eso se despidió.
“¡Espera!”, le dije,
pero ya era duro de oído.
Entonces...
corrí descalzo
bajo la luna fría.
Volví a ser su cazador,
su corredor,
su embustero.”

No puede desaparecer un amigo así, de repente, la vejez no puede aniquilarlo, para eso sirven los sueños, para eso sirve la ilusión que envuelve todo el poemario:

“(Mi tigre regresó,
la otra noche,
cuando por extrañarlo,
insomne,
contaba para dormirme
sus rayas de memoria.)”

Vemos que la personificación es esencial para entender los versos de María García. La poeta es como un demiurgo que dota de vida a las palabras, que observa los sueños, la magia que hay en la naturaleza, en las miradas y todo eso lo plasma en sus versos, llenos de ritmo, de cadencias, de recuerdos de otros mundos que acaso estén en éste y que nos llevan, a los adultos también, a su infancia y a los niños les dan alas para seguir soñando y paladeando a qué sabe la palabra libertad.

Tigres de la otra noche en Kirikú y la bruja

Foto: Nelly Ibarra



TIGRES DE LA OTRA NOCHE
de García Esperón, María


Por Llanos (especialista en libros)

El niño temeroso e indefenso de este relato quiere descubrir el mundo, ¿qué mejor compañía entonces que la de un tigre? ¿el tigre que duerme bajo su almohada cada noche?

Esta es la historia de un viaje iniciático, el de ese niño y su tigre, el que le da el valor y el empuje para afrontar la aventura.

En su paseo recorren calles, parques, colegio, incluso países remotos. Juntos acceden a todos los territorios, incluso a aquellos que sólo están en nuestros sueños. Pero toda conquista tiene un coste, y con cada paso que dan, más se aleja el protagonista de la niñez, más de su tigre.

Sin darse apenas cuenta el tigre se volvió viejo, ¿o acaso fue el niño el que se cansó de conquistas? Y se despidieron.

Pero todavía, algunas noches de insomnio, un lomo rayado acude junto a la almohada del muchacho para devolverle el sueño.

Esta es la historia intensa y lírica de una ruptura, natural y previsible, con la infancia.

Tigres de la otra noche está repleto de imágenes tan evocadoras en su texto como en la ilustración que Magallanes ha creado para él, lo que le hizo merecedor en 2005 del Premio Hispanoamericano de Poesía para Niños.

La cacería imperfecta, ensayo de Adriana Canseco sobre Tigres de la otra noche, en Cuatrogatos

La Cacería imperfecta (infancia, poesía y lenguaje) 

Por Adriana Canseco (Argentina)

Foto: Nelly Ibarra


 Fuente: Fundación Cuatrogatos
La imaginación poética es lo improbable: el poema es lo que en ningún caso podría ocurrir, excepto, precisamente en la región tenebrosa o ardiente de los fantasmas.
Roland Barthes

Pocas veces vemos arriesgarse tanto en un libro de poesía para niños, y hablamos de un riesgo concreto: el riesgo que se asume al publicar un libro que, más allá de las excelentes y sobradas virtudes que permiten considerarlo como un texto apropiado para la infancia ostenta asimismo el carácter que nos permite abandonarnos al placer de leerlo sin acordarnos de la edad del destinatario al que está dirigido. Nos hallamos ante un texto cuyo valor estético supera cualquier reparo editorial que restringiría lo que considera “legible” para los chicos.

Tigres de la otra noche, de María García Esperón, es más que un libro para la infancia; es también un libro sobre la infancia: una infancia tan universal y a la vez tan íntima que hace de este poemario una excelente propuesta para todas las edades.

Quizás sus primeros lectores públicos (el jurado que lo distinguió con el Premio Hispanoamericano de Poesía para Niños en 2005 1) lo supieron desde el principio: Tigres de la otra noche es una obra que, antes que por su carácter de “poesía para niños”, debe juzgarse, llanamente, como poesía. Lo que le permite sustraerse a la estrechez de las clasificaciones genéricas es, justamente, su calidad poética: es poesía, sin etiquetas, y de la buena.

La cualidad que ha hecho a esta obra merecedora de la distinción en 2005, además de su innegable belleza formal es, sin duda, la concisión que permite leerlo, casi con la respiración contenida, de una sola vez. Y es que los veinte poemas de Tigres de la otra noche conforman, en la lectura sostenida, un solo gran poema 2.

La unidad que lo anima se sostiene entre tigres soñados, dibujados, imaginados y verdaderos, carreras nocturnas por tierras exóticas, alegrías, tristezas y temores: secretos tan celosamente guardados por el alma infantil que, fatalmente, descubrimos que los habíamos olvidado hacía mucho tiempo, hasta el momento en que pasamos por primera vez las páginas.

Entre tigres agazapados, ocultos, cautivos, amenazados y amenazantes transcurren las páginas de este libro maravilloso que nos asombra por la limpidez de su lenguaje. La voz poética evoca imágenes tan vívidas que tan pronto un tigre puede saltar sobre la página, desgarrarla y humedecerla con la cadencia de su respiración animal, como desvanecerse en la huída, fulgurar brevemente entre luces y, como un fugaz recuerdo, escapar a toda carrera hacia un presente que se disuelve en el horizonte difuso del pasado que enuncia la infancia de los textos.

La ausencia de títulos permite que la división entre un poema y otro no sea tangible. El texto fluye ágilmente, como sus felinos, entre las imágenes que Alejandro Magallanes ha creado para Tigres de la otra noche. Colores, texturas y diversidad de materiales que componen los collages contribuyen a definir la atmósfera particular que crean los poemas.

Estas formas y texturas superpuestas evocan los espesores de realidad de esa ensoñación que alberga el terror y la dicha de las noches pasadas entre sueño y vigilia inventando la cacería imposible de un tigre a través de mapas fabulosos. El poema deja entrever en las hazañas soñadas, añoranzas y pérdidas, no la inquietud del que cuestiona en busca de respuestas, sino el ansia del que pregunta una y otra vez para crear de la nada, para sostener continuamente ese mundo de fantasías que prolifera en la indiferenciada felicidad que impulsa el deseo.

Algo inconmensurable, en sentido literal, se escurre entre los versos, se evade escondiéndose aquí y allá entre las páginas. Magallanes juega también con esta posibilidad del ocultamiento. Es la perspectiva de la distancia la que nos permite ver con claridad al tigre que huye y se deshace en su huída. La paradoja produce el desgarro: sólo podremos ver al tigre a la distancia, contar sus rayas con nostalgia, recordarlo. Lo que haya sido en la infancia ha dejado de ser y solo podremos tener del tigre su pérdida constante, su despedida, su continuo alejarse. Lo que nos distancia de él, su evasión y su ausencia, es lo que, en definitiva, nos permitirá retenerlo en el poema.

Los paisajes exóticos enredan otros hilos de la trama poética: África, la India, faquires, encantadores de serpientes, ciudades fantásticas que el lector recibe anegadas de arena y de luz, incandescentes aún en su breve fulgurar y extinguirse tras las huellas de un tigre que se hace de deseo, de silencio y de espera.

La virtud mayor de este libro quizás sea su capacidad para reencontrarnos con nuestra olvidada facultad de hacer experiencia, para volver a las noches en las que sobre la hierba húmeda del sueño podíamos salir de cacería hasta la madrugada y ser, a nuestro antojo, el cazador y la presa.

Los tigres de la infancia, más allá de sus filiaciones literarias 3, quizás por habitar en las sombras de la noche sean más reales que cualquier otro. El referente es claro como los sueños de la infancia y por ello mismo, inasible. Será por esa cualidad dulcemente melancólica que tienen los sueños infantiles que los poemas se hacen exclusivamente a través del secreto resquicio por donde escapan noches de tigres, sombras y peligros. Sin embargo, sobre el final, descubrimos que el verdadero fantasma es su extinción inevitable y la amenaza de esa posibilidad acecha en el único peligro verdadero: el olvido.

El libro se cierra en la promesa que se abre en ese doble espacio oculto y libérrimo del sueño: el tigre se evoca secretamente en el insomnio de la infancia para desandar sus huellas, para hacerlo correr nuevamente a nuestro lado, para reinventarlo palabra por palabra, como los primeros nombres.

El temor a la noche y la protección de los guardianes que inventa se resuelve en la certeza, paradójicamente lúgubre, de descubrir que las sombras que albergaban los fantasmas de la infancia se han disipado. Ya sólo persiste la posibilidad de reconstruir, poéticamente, la felicidad y el miedo en ese paraíso donde se anula el tiempo y todo vuelve a ser presente.

Ese tigre y todos los tigres que huyen son también el poema mismo, el lenguaje que se disuelve en esa existencia furtiva de la palabra poética que se sigue de cerca y con cautela hasta el último día: hasta que el tigre es demasiado viejo o hasta que el alma infantil se rinde ante la evidencia de la razón que la hace buscar debajo de la cama o en el armario para confirmar que los tigres se han marchado.

No se trata del tópico, falseado ya, de la inocencia perdida y añorada; son el deseo y la exaltación de la fantasía de aventuras los que se enuncian en presente para volver a vestir la piel de un tigre que parece haber quedado demasiado holgada con los años. El tigre ha sido domesticado: su ímpetu animal ha sido moderado, entre otras cosas, por la escuela, la gramática, el buen uso de la lengua; sin embargo su inalienable instinto de fiera reverdece en la fertilidad de la lengua poética, una y otra vez.

Un mundo salvaje e indómito se enfrenta al mundo de la norma, del aprendizaje forzoso y necesario de las convenciones; de allí la fuerza del carácter poético del libro, de allí la eficacia de ese enfrentamiento en la encrucijada en la que nos pone el abandono de la infancia. Esta virtud del carácter poético de Tigres de la otra noche no se hace de los que podríamos considerar meros guiños al lector adulto. Es justamente la autenticidad de estas relaciones la que el lector infantil, a través de la tensión del lenguaje poético, percibe en la intensidad trágica del poema, en la apasionada veracidad del conflicto.

El tigre parece haber sido subyugado por la gramática que lo enjaula, por la razón que estrecha sus fronteras. El poema, sin embargo, es el refugio propicio del lenguaje donde ese tigre que no se resigna a desaparecer puede, una vez más, iniciar sus correrías nocturnas por los exóticos paisajes de la infancia recuperada en sus sutiles y fabulosas invenciones.

Tigres atravesando la infancia, todas las infancias: la del lector de todas las edades. Este es un libro de poesía para chicos y es un libro de poesía para los que gustan de la poesía y, en especial, para todos aquellos que aún no han descubierto que les gusta.

Notas:
1. El jurado estuvo conformado por Elva Macías, Ana Garralón y Verónica Volkow, quienes eligieron esta obra como el libro ganador de entre 437 trabajos procedentes de 28 países que participaron en el certamen en 2005.
2. La autora ha expresado en una entrevista: “Son, por decirlo de alguna manera, una serie de ensoñaciones que fueron escritas en una sola tarde y que componen un texto en forma circular (…) Nunca antes había escrito poesía, este libro «salió de un jalón»” en http://www.jornada.unam.mx/2006/12/24/index.php?section=cultura&article=a04n2cul
3. “Tigres de la otra noche bebe en muchas fuentes. Fuentes literarias. Es esto de los tigres de Borges. El escribe un libro que se llama El oro de los tigres (1972). Se remite a su infancia cuando contempló por primera vez un tigre en un zoológico y que eso lo marcó para siempre. No sólo su imaginario, sino su visión de la realidad. El tigre se convierte en metáfora del tiempo. En un texto hermoso dice: «el tiempo es el fuego que me consume, pero yo soy el fuego (...) Es el tigre que me devora, pero yo soy el tigre». También es el tigre de Salgari, este Sandokhan increíble, que es el espíritu de la libertad que se yergue contra el colonialismo. Es un hombre que a la vez es un tigre, porque tiene alma de tigre. Es, por supuesto, Shere Khan, de Rudyard Kipling. Y es este amigo poderoso, fiero, magnánimo y leal, que llevamos dentro, los niños y los adultos…”. Entrevista a María García Esperón en Radio Educación, México, 17 de noviembre de 2005.

Tigres de la otra noche en Educación y Biblioteca, reseña de Pedro Villar






 Fuente: Cuaderno de apuntes, blog de Pedro Villar (España)
Tigres de la otra noche
María García Esperón / Alejandro Magallanes
Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, 2006

Tigres de la otra noche es un título sugerente de María García Esperón que no defrauda los poemas que cobija y que viene avalado por el prestigioso Premio Hispanoamericano de Poesía para Niños en su edición de 2005, convocado por la Fundación Letras Mexicanas y la editorial Fondo de Cultura Económica.
El libro es deslumbrante, lleno de energía, de fuerza y a la vez de una gran sensibilidad. Rezuma poesía por los cuatro costados, hace sentir con toda intensidad el latido poético, descubre la mirada soñadora y limpia de un niño y del tigre que le acompaña a ese territorio mágico y sin tiempo del viaje y la imaginación: “Cerramos los ojos/ y, al mismo tiempo,/ vimos correr al tigre/ por la ciudad blanca/ que está detrás de los/ párpados…”
Las ilustraciones de Alejandro Magallanes son de un gran acierto gráfico, consiguen una conjunción máxima con los versos, crean la tensión necesaria y el equilibrio para resaltar los poemas. Sus composiciones, que combinan la pintura sobre cartón con elementos de la naturaleza, son puro hechizo y aprovechan al máximo la plasticidad de los materiales empleados: así una hoja se convierte en ojo de mirada acechante, el cartón en una muralla gris y blanca, palitos secos en ramas de un árbol o los restos de colores que deja un sacapuntas en las huellas del tigre.
Libro imprescindible, de palabras aladas, de imágenes rotundas al igual que cada una de las rayas del tigre que muestra la hondura poética los versos de María García Esperón. Libro selecto, de una gran calidad textual y gráfica que no puede faltar en ninguna librería ni biblioteca que se precie.

Pedro Villar (Maestro y escritor)
En la revista "Educación y Biblioteca", número 164 (marzo-abril de 2008). Madrid.

Tigres de la otra noche en Rinconcito de Lecturas

Foto: Nelly Ibarra


Fuente: Rinconcito de lecturas (México)

Hay un tigre bajo mi almohada. Todas las noches estrena rayas.
Tigre, dame una manita de gato.
Quiero salir a la carrera, a probar este mundo. No podría hacerlo sin ti.
Afuera están los muchachos mayores, las materias desconocidas, la maestra y los policías.
No es que tenga miedo: sólo un poco de precaución, que no es del todo mala.
Pero si me das algo tuyo... algo simbólico... No te asustes. No quiero tu piel, ni tus colmillos, ni siquiera tu rugido metido en un pañuelo.
Si acaso, tigre mío, quiero una mano, una manita de gato, una ayudadita.
¿Quieres venir conmigo?
¡Anda! Te llevaré a la escuela. Te sentaré en el sitio de mi mejor amigo.
¡Cuidado con tu cola! Trata de enroscarla debajo del pupitre. Así está bien.
¡Tus bigotes! ¿No puedes guardarlos? Distraen a la maestra.
Trae acá esa pata. Aquí, sobre mis hombros, para que en el recreo todos sepan que yo tengo un amigo verdadero.
¿A quién no le gustaría que un hermoso animal lo acompañara a la escuela y fuera su amigo? ¿Qué animal escogerían ustedes, y por qué? Es un tema para pensarlo.

En poesía tenemos Tigres de la otra noche. Revista Comelibros

Fuente: Comelibros. Revista para niños y no tan niños (México)

Foto: Nelly Ibarra

En poesía tenemos "Tigres de la otra noche" de María García Esperón con ilustraciones de Alejandro Magallanes

Un tigre de rayas, es el mejor amigo, tu amigo fiel que te lleva a viajar por diferentes lugares.
¿Te imaginas tener un amigo tigre?, al que quieres y con el que juegas.

Ese que te enseña paraísos lejanos como la India, o también te motiva a ser libertario. Bueno, pues este tigre es uno versátil, lleno de cosas inesperadas, que te llevará por todos lados, para saber que un tigre también puede ser tú amigo, y te está esperando.


Este libro también lo puedes encontrar en el Fondo de Cultura Económica, forma parte de los ganadores del Premio Hispanoamericano de Poesía para Niños 2005.

Tigres de la otra noche con León Ciudad de la Literatura

Tigres de la otra noche en Las aventuras del raitán



Fuente: Las aventuras del raitán (España)

El raitán
2010.03.08

Tigres de la otra noche es un poemario en verso libre con carácter narrativo escrito por la autora mejicana María García Esperón. El libro recibió el premio que organiza la Fundación para Las Letras Mexicanas, en continua búsqueda de creaciones artísticas dirigidas a un lector infantil. El protagonista de este cuento es un niño que busca metafóricamente a su querido amigo imaginario, en este caso el tigre que dormía bajo su almohada y a quien ahora no logra encontrar. Parece ser que el niño ya ha crecido, abandonando a su compañero viejo y cansado, y ahora lo invoca a través de sus sueños y recuerdos. Es la vuelta a la infancia, una reflexión sobre lo que un día fuimos y la búsqueda del resquicio de imaginación dentro de nosotros.

Así, con una poesía sencilla, apenas veinte versos ilustrados de forma intencionadamente feísta, como el dibujo infantil, la autora rinde un homenaje a Borges y a su tigre. Para el autor argentino, el felino simbolizaba el implacable paso del tiempo mientras que para García Esperón es un símbolo de la imaginación infantil, perdida por la misma fuerza que arrasa a su paso.

Tigres de la otra noche, reseña de Gustavo Puerta Leisse



Fuente: El Cultural (España)

Gustavo PUERTA LEISSE | Publicado el 24/05/2007

La relación entre la imagen metafórica y la imagen visual ha sido motivo de indagación para poetas que van de Apollinaire a Brossa, de Huidobro a Giménez Caballero. Si bien es cierto que estas tendencias no han gozado de la continuidad y trascendencia que algunos de sus creadores pronosticó, merecerían cierta atención desprejuiciada las propuestas que en la poesía para niños y jóvenes se han venido publicando. Y es que entre los libros destinados a los pequeños hallamos a autores que experimentan con las posibilidades gráficas que brinda el caligrama, con los sentidos inéditos que se articulan cuando un verso y una ilustración se integran en una relación de tensión e, incluso, con la apropiación de un poema preexistente que gracias al aporte del ilustrador adquiere un nuevo significado.

El vínculo entre palabra e imagen no constituye en el caso de la poesía infantil un componente decorativo. Consciente de que su valor trasciende cualquier mediación didáctica, no podemos negar el hecho de que al unir texto e imagen estamos facilitando el acceso de los niños a este género. Así, la poesía ilustrada es un medio adecuado para mantener continuidad entre ese primer estadio y el siguiente, pues aporta un sentido más próximo al chaval sin desmontar el componente metafórico, ni delimitar posibles interpretaciones. Ejemplos de este tipo de libros son Chamario de Eduardo Polo (seudónimo de Eugenio Montejo) y Arnal Ballester (Ekaré), Colores con Brisa de Carlos Pellicer padre e hijo (FCE), Un pajarillo canta de Yánez y Pellicer (FCE) o El libro de las preguntas de Neruda e Isidro Ferrer (Media Vaca).

Tigres de la otra noche es un logrado y atractivo poemario visual. Tiene una peculiaridad: si separamos los poemas y las imágenes, ambas pierden la fuerza y el sentido que consiguen como unidad. María García Esperón enhebra unos poemas breves en un todo que concilia la voz infantil y la adulta, en el que integra su poder evocador con el manejo de referencias y en el que zurce un hilo narrativo sólido y coherente. Alejandro Magallanes redimensiona los poemas, explota con elegancia su perfil lúdico y es el responsable último de la delicadeza y cercanía de esta edición. Maravilla cómo integra el uso de materiales orgánicos y la pintura, explora con inteligencia un lenguaje metafórico que dista mucho de su trabajo como cartelista y de las ilustraciones que realizó para En Cejunta y Gamud de Fernández Molina (Media Vaca) y, sobre todo, se maneja en un registro capaz de conquistar al lector infantil sin caer en recursos manidos ni simplificadores. En definitiva, una obra que trasluce una cuidada y pensada confección recomendada especialmente para alimentar a niños sensibles.

De cómo saltaron los tigres, una tarde


* Joaquín De la Buelga, director de la Compañía La Caravana del Verso, viajó desde Oviedo hasta León esa mañana del 15 de mayo de 2011 para dar voz  a los Tigres de la otra noche, en el I Festival de Poesía Infantil Verso en Nubes, por lo que siempre le estaré agradecida. (MGE)


De cómo saltaron los tigres, una tarde

María García Esperón

Buenos días.
Es una experiencia, más que singular, única, el compartir con ustedes lo que viví en una tarde extraordinaria.
Me refiero a una tarde del año 2005, cuando después de leer en la pantalla de mi computadora la convocatoria para el Premio Hispanoamericano de Poesía para Niños, abrí una hoja en blanco y sobre ella saltó desde dentro -¿es eso posible?- un majestuoso tigre, el tigre de Bengala.
Era un tigre conocido mío, me lo había yo encontrado muchos años atrás en el libro “Azul”, de Rubén Darío, y sin que yo supiera, me había seguido hasta esa tarde y se había apoderado de esa página de computadora que les dije y estaba decidido a salir.

Hay un tigre
Bajo mi almohada,
Todas las noches
Estrena rayas.

Comenzó delatando su presencia debajo de la almohada, en el territorio propicio de los sueños, en el sosiego promisorio de la noche.
De la noche.
De una noche que resultó ser “la otra noche”, ese lugar que existe en algún lado y que nos ayuda a comprender y a tolerar y a veces a soportar la realidad. Esa otra noche que solamente puede ser trovada y encontrada con el lenguaje de la poesía, y que en los territorios de mi libro que nacía, fue y es, queridos amigos, nuestra infancia.
La nuestra, la que tal vez pensemos haber perdido en alguna remota habitación de nuestro pasado.
Es la infancia de los niños que tenemos cerca.
De los niños de quienes tenemos el privilegio de estar cerca y de quienes a veces y desgraciadamente nos situamos tan lejos, comprometidos con nuestra adusta adultez, olvidados de que el tiempo, como dijo Heráclito, es ese niño que juega.
Atisbar ese juego significa traer a nuestros días de hierro la edad de oro de la que hablaron los griegos y de la que estaba enamorado Don Quijote de la Mancha:

¡Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados, y no porque en ellos el oro (que en esta nuestra edad de hierro tanto se estima), se alcanzase en aquella venturosa sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío.


La Edad de Oro, que era el nombre de la revista para niños que dirigió José Martí y cuyo título da materia de reflexión y oportunidad para hacer un alto en el vertiginoso camino y saludar a la poesía, que es la única que puede hacer justicia a las nostalgias y traernos fresca y recién cortada la otra noche de nuestra infancia inalterable.


Dijo el filósofo francés Gaston Bachelard que la infancia es “agua humana”. Y sí, algo de fuente, algo de manantial tiene nuestra infancia, que cuando nos acercamos a ella –por recordarla, poro nombrarla, por reconocerla- cuando nos acercamos a ella le lava la cara a las cosas y todo se baña de una misteriosa luz. Cuando nos acercamos a ella percibimos una fiera maravillosa, toda potencia y fuerza y pulsión del ser, a la que podemos pedir ayuda o cuando menos… una manita de gato.


Tigre,
dame una manita
de gato.
Quiero salir
a probar este mundo
a la carrera.
No podría hacerlo sin ti.
Afuera
están los chicos grandes,
las materias desconocidas,
la maestra y los policías.
No es que tenga miedo:
sólo un poco de precaución,
que no es del todo mala.
Pero si me das algo tuyo…
algo simbólico,
no te asustes.
No quiero tu piel,
ni tus colmillos,
ni siquiera tu rugido
metido en un pañuelo.
Si acaso,
tigre mío,
quiero una mano,
una manita de gato.

Pues esa otra tarde, recuerdan que les decía, en que saltó primero a la hoja blanca el tigre de Bengala, me llegó en piel de versos: “con su lustrosa piel manchada a trechos”.
Me llegó “alegre y gentil”.
Me llegó “de gala”.
Y traía aprendida de la garra otra memoria mía: un zoológico en Puebla, en el que el tigre de Bengala, blanco y majestuoso, miraba con desdén a sus miradores, los visitantes del zoológico.
A alguien se le ocurrió insultarlo, abusando de su condición de encadenado, y el tigre comprendió el insulto, fiera magnífica e inteligente y prendió su mirada en mi memoria aguardando el momento de su liberación.
Esa liberación ocurrió en la otra noche de estos poemas.
Y me gusta pensar que seguirá ocurriendo cuando el poema se lea.
Para que de una vez ocurra y abusando de su paciencia, lo leeré en seguida y la poesía liberará en el verso al tigre prisionero y nosotros paladearemos el sabor de su libertad, que es la nuestra y que, como dijo Horacio, tiene el nombre dulce:


Llevé a mi tigre
al zoológico.
Lo pensé mucho
–no fuera a pasarla mal-
pero quise correr el riesgo.
Estuvo mucho rato
apoyado
en los barrotes
de la jaula de los tigres.
Finalmente rugí
y salté sobre las rejas,
asombrando al cuidador
y a los cachorros.
Le arrebaté al guarda
las llaves de la jaula
y abrí la puerta de la prisión.
Lo demás fue un río de tigres
corriendo bajo los árboles
entre nubes de globos
y algodones de azúcar
y nubes de verdad
y libertad dulce.

Si Rubén Darío me dio el recuerdo de la fiera magnífica vencida por el cazador, mas palpitante y vital en el verso, Rudyard Kipling acudió con Shere Kahn el poderoso, con los paisajes de la India con su luna misteriosa y sus blancas cúpulas. Ruinas vueltas vegetación y vegetación en ruinas. El segundo poema que escribí esa tarde significó por sí solo un viaje. Esos viajes intensos que se hacen cuando lees, cuando escribes o cuando sueñas:


Logré llegar a la India
-no puedo decirte cómo-
y pregunté por el tigre.
Me hablaron de una ciudad
blanca, bajo la luna.
-“Si hace sol, no aparece”
–dijo el viejo faquir.
–“Si está oscuro, no se mira”
–dijo el encantador de serpientes.
Cerramos los ojos
y al mismo tiempo,
vimos correr al tigre
por la ciudad blanca
que está detrás de los
párpados.

Y es que detrás de los párpados, efectivamente, ocurren tantas cosas. Como cuando aprietas fuertemente los ojos, como si fueran racimos de uvas y pasan luces misteriosas y recuerdos de lo que se ha visto, sombras de luz que no tienen nombre y que al pasar se van, aparentemente, al olvido.
Pero Jorge Luis Borges, otro poeta que me dejó sus tigres aquella tarde, ha dicho que…
“sólo una cosa no hay. Es el olvido…”
Y por este poeta, por Borges, me llegaron, sin que yo lo supiera conscientemente, los tigres de William Blake. Esos tigres que se dicen en inglés y que se escriben con y griega y que brillan como el fuego… Tyger Tyger burning bright… Esos tigres borgianos que brillan como el fuego y que son el fuego que me devora y el tiempo que me consume y que son el tiempo y yo mismo y cuya piel es, claro, una indescifrable y sagrada escritura.
Pero hay otro tigre entrañable, tigre de libro, de aventura, de Salgari.
El tigre de la Malasia, el perseguido hombre tigre. Sandokan.
A letras y emociones con Sandokan aprendí a ser valiente, me dio la jungla y las embarcaciones de caña sobre el océano Índico, me dio el sonido de la lucha primordial, la que defiende el suelo en el que se ha nacido, el aire que se respira y el idioma que se habla de las imposiciones de los poderosos, del colonialismo.
Y esa tarde, ese tigre de Salgari, me dio este poema:


El encantador de serpientes
me contó una historia
en la que vi pasar al tigre.
Veloz.
Como una flecha.
Como su nombre.
No se detuvo al llegar al río.
Saltó en medio de sus aguas.
Yo lo seguí.
Yo valiente.
Yo veloz.
Como un tigre.

Aquí tengo que mencionar que la palabra tigre tiene su origen en el persa y que significa, precisamente, flecha. Algo afilado, valiente y veloz. Algo que puedo ser yo.


La amistad, en la bella definición clásica, es un alma en dos cuerpos. No sé si ese tigre fue un amigo imaginario y no sé si sea posible convertirse en tigre, como señala la religiosidad mesoamericana de algunos brujos o chamanes, que pueden convertirse en su nagual. No lo sé. No sé si sea posible adquirir las cualidades de la fiera magnífica, pero sí se que al final de aquella tarde, el último tigre se despidió.
Había saltado entre los puntos, se brincó los párrafos, y al mirarlo partir, la nostalgia fue tan fuerte y el desamparo tan atroz que él, compadecido, me regaló el último poema, que les juro, por las rayas del tigre, que se escribió solo, una llave mágica para traer en el fugaz ahora, el inalterable siempre de la infancia.




Vino a despedirse.
La piel le colgaba
un poco
(de los codos).
De repente,
me pareció viejo.
Debo confesar que,
cada día,
me costaba más trabajo
hacerlo correr.
De salir a cazar
bajo la luna,
ni hablar.
–Hace mucho frío
–le decía yo,
como pretexto.
(Y no era cierto)
El que no quería
correr ni cazar
–ya lo adivinaste-
era yo.
Por eso se hizo viejo.
Por eso se despidió.
-¡Espera! –le dije,
pero ya era duro de oído.
Entonces…
Corrí descalzo
bajo la luna fría.
Volví a ser su cazador,
su corredor,
su embustero.

(Mi tigre regresó,
la otra noche,
cuando por extrañarlo,
insomne,
contaba para dormirme
sus rayas de memoria).