Tigres de la otra noche, reseña de Gustavo Puerta Leisse



Fuente: El Cultural (España)

Gustavo PUERTA LEISSE | Publicado el 24/05/2007

La relación entre la imagen metafórica y la imagen visual ha sido motivo de indagación para poetas que van de Apollinaire a Brossa, de Huidobro a Giménez Caballero. Si bien es cierto que estas tendencias no han gozado de la continuidad y trascendencia que algunos de sus creadores pronosticó, merecerían cierta atención desprejuiciada las propuestas que en la poesía para niños y jóvenes se han venido publicando. Y es que entre los libros destinados a los pequeños hallamos a autores que experimentan con las posibilidades gráficas que brinda el caligrama, con los sentidos inéditos que se articulan cuando un verso y una ilustración se integran en una relación de tensión e, incluso, con la apropiación de un poema preexistente que gracias al aporte del ilustrador adquiere un nuevo significado.

El vínculo entre palabra e imagen no constituye en el caso de la poesía infantil un componente decorativo. Consciente de que su valor trasciende cualquier mediación didáctica, no podemos negar el hecho de que al unir texto e imagen estamos facilitando el acceso de los niños a este género. Así, la poesía ilustrada es un medio adecuado para mantener continuidad entre ese primer estadio y el siguiente, pues aporta un sentido más próximo al chaval sin desmontar el componente metafórico, ni delimitar posibles interpretaciones. Ejemplos de este tipo de libros son Chamario de Eduardo Polo (seudónimo de Eugenio Montejo) y Arnal Ballester (Ekaré), Colores con Brisa de Carlos Pellicer padre e hijo (FCE), Un pajarillo canta de Yánez y Pellicer (FCE) o El libro de las preguntas de Neruda e Isidro Ferrer (Media Vaca).

Tigres de la otra noche es un logrado y atractivo poemario visual. Tiene una peculiaridad: si separamos los poemas y las imágenes, ambas pierden la fuerza y el sentido que consiguen como unidad. María García Esperón enhebra unos poemas breves en un todo que concilia la voz infantil y la adulta, en el que integra su poder evocador con el manejo de referencias y en el que zurce un hilo narrativo sólido y coherente. Alejandro Magallanes redimensiona los poemas, explota con elegancia su perfil lúdico y es el responsable último de la delicadeza y cercanía de esta edición. Maravilla cómo integra el uso de materiales orgánicos y la pintura, explora con inteligencia un lenguaje metafórico que dista mucho de su trabajo como cartelista y de las ilustraciones que realizó para En Cejunta y Gamud de Fernández Molina (Media Vaca) y, sobre todo, se maneja en un registro capaz de conquistar al lector infantil sin caer en recursos manidos ni simplificadores. En definitiva, una obra que trasluce una cuidada y pensada confección recomendada especialmente para alimentar a niños sensibles.