En "Nadar en aguas inquietas: una aproximación a la poesía infantil de hoy", por Cecilia Bajour
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Reseñas
by María García Esperón
miércoles, 16 de octubre de 2013
Por Cecilia Bajour
Tigres de la otra noche de María García Esperón y Alejandro Magallanes (13)propone un despliegue de voces en el que predomina un poético yo infantil. Este yo entabla una relación imaginaria con un tú que por momentos es un tigre misterioso que habita en los recovecos de la infancia y el juego, y en ocasiones parece ser el lector de esos poemas a quien implica como testigo de este vínculo onírico.
“Tigre,
dame una manita
de gato.
Quiero salir
a probar este mundo
a la carrera.
No podría hacerlo sin ti.”
No se trata de un yo estático sino viajero en el tiempo vital y en los espacios del imaginario poblado por diversos tigres.
La presencia del tigre aparece como una contraseña a la vez luminosa y oscura para atravesar las soledades, los miedos y los deseos infantiles.
Las ilustraciones de Alejandro Magallanes a través de técnicas diversas y la creación de atmósferas oníricas y lúdicas son clave para la construcción del juego multitonal que propone este libro.
En el poema final, un tigre casi borroneado por la espesa materialidad de la pintura y los restos de hojas secas y ramas se despide junto con un yo ahora nostálgico de la infancia que se escapa. Para no dejar que se esfume ni envejezca del todo, las últimas palabras intentan atraparlo en la noche helada.
(…)
“Entonces…
corrí descalzo
bajo la luna fría.
Volví a ser su cazador,
su corredor,
su embustero.
(Mi tigre regresó
la otra noche,
cuando por extrañarlo,
insomne,
contaba para dormirme
sus rayas de memoria.)”
En otras propuestas el yo poético no está encarado como la construcción ficcional de una voz de niño sino que sostiene una enunciación no infantil en cofradía con la mirada de un público lector que incluye a los niños aunque no necesariamente se limite a ellos.
Tigres de la otra noche de María García Esperón y Alejandro Magallanes (13)propone un despliegue de voces en el que predomina un poético yo infantil. Este yo entabla una relación imaginaria con un tú que por momentos es un tigre misterioso que habita en los recovecos de la infancia y el juego, y en ocasiones parece ser el lector de esos poemas a quien implica como testigo de este vínculo onírico.
“Tigre,
dame una manita
de gato.
Quiero salir
a probar este mundo
a la carrera.
No podría hacerlo sin ti.”
No se trata de un yo estático sino viajero en el tiempo vital y en los espacios del imaginario poblado por diversos tigres.
La presencia del tigre aparece como una contraseña a la vez luminosa y oscura para atravesar las soledades, los miedos y los deseos infantiles.
Las ilustraciones de Alejandro Magallanes a través de técnicas diversas y la creación de atmósferas oníricas y lúdicas son clave para la construcción del juego multitonal que propone este libro.
En el poema final, un tigre casi borroneado por la espesa materialidad de la pintura y los restos de hojas secas y ramas se despide junto con un yo ahora nostálgico de la infancia que se escapa. Para no dejar que se esfume ni envejezca del todo, las últimas palabras intentan atraparlo en la noche helada.
(…)
“Entonces…
corrí descalzo
bajo la luna fría.
Volví a ser su cazador,
su corredor,
su embustero.
(Mi tigre regresó
la otra noche,
cuando por extrañarlo,
insomne,
contaba para dormirme
sus rayas de memoria.)”
En otras propuestas el yo poético no está encarado como la construcción ficcional de una voz de niño sino que sostiene una enunciación no infantil en cofradía con la mirada de un público lector que incluye a los niños aunque no necesariamente se limite a ellos.