María García Esperón
Ilustraciones de Alejandro Magallanes
México, FCE para Fundación para las Letras Mexicanas, 2006
¿Por qué no contar rayas de tigre para dormir?
Y si llegan a mirarse
tiemblan
de belleza.
M. García Esperón
Un tigre se esconde y se deja ver en la tapa. Apenas dos manchas, dos ojos, tras el verde de unos pastos. Uno de los tigres de la otra noche. No de esta noche. De otra, pero ¿de cuál? ¿Una noche pasada? ¿Una noche de otro lugar? Solo otra.
Para descubrir al tigre hay que alejarse un poco, o entrecerrar los ojos (¿con los ojos cerrados se ve mejor?)… o abrir el libro.
¿Qué tigre es este que duerme con un niño y le presta su piel? ¿El niño deja de ser niño si se viste de tigre? ¿Qué tigre se encuentra en un armario, en la escuela o corriendo por la ciudad blanca detrás de los párpados?
Tigre dibujado, tigre de papel, tigre de palabras, que se arma y se desarma.
¿Por qué contar ovejas para dormir y no contar rayas de tigre?
Tigre contra miedos, evocado, invocado. ¿Qué poderes tiene entre los dioses de la infancia y entre esos niños grandes que son los artistas?
El misterio del tigre de W. Blake que se enciende en luz por los bosques de la noche; el que Borges descifra en el trenzado laberinto de las márgenes del Ganges o en las penumbras de su vasta biblioteca laboriosa. La astucia de Shere Khan en El libro de las tierras vírgenes, más fuerte y sangriento que el de Disney. Las aventuras de Sandokán y sus tigrecitos de Mompracem en justiciera y desigual lucha contra el Imperio; la ferocidad ingenua del tigre de Rousseau, el Aduanero. Todo eso y más se une en la memoria gracias a la palabra y a la imagen de estos Tigres de la otra noche. Viaje a la otra noche.Tantas preguntas generan los mexicanos María García Esperón y Alejandro Magallanes con su premiado poemario visual o álbum poético. Y aquí surge otra: ¿cuál es la mejor expresión para este libro donde imagen y poema son tan potentes y, a la vez, juntos construyen sentidos? Porque en el variado universo del libro-álbum donde predomina la narración, encontramos algunos que en nuestra lengua van constituyendo un espacio poético nuevo.
[1]
Con esos interrogantes nos comprometen a los lectores/observadores a salir a la aventura de la caza de sentido, como lo hace el tigre, como lo hace el yo-lírico. Un sentido que se resiste, aunque muestre zonas más transparentes; un sentido que, como el tigre, también se escabulle y se deja ver de manera fugaz o parcial. Es una cacería y un viaje iniciático, de una noche a otra noche.
El primero de los veinte poemas, ¿o es solo uno y extenso?, instala en el mundo cotidiano el elemento fantástico:
Hay un tigre
bajo mi almohada
todas las noches
estrena rayas.
Esa brevedad y asonancia, casi de copla infantil, contrastan con el largo ruego que le sigue. Como el protagonista del cuento “Sredni Vashtar”, de Saki, que invoca el poder de su personal dios hurón, la voz poética del niño pide ayuda al animal protector frente a un mundo que se le presenta tan tentador como temible. Esa desproporción niño-mundo, niño-tigre, se repite en la ilustración donde la imagen metonímica muestra al pequeño que clama y hace equilibrio parado sobre la cola de un tigre que suponemos gigantesco.
Pero si me das algo tuyo...(…)
Si acaso,
tigre mío,
quiero una mano,
una manita de gato.
El poder de la palabra lleva “-no puedo decirte cómo-“ del mundo conocido a los exóticos territorios del tigre, donde los personajes que ofician de iniciadores conducen al descubrimiento, a la contemplación.
Me hablaron de una ciudad
blanca, bajo la luna.
-“Si hace sol, no aparece”
– dijo el viejo faquir.
– “Si está oscuro, no se mira”
– dijo el encantador de serpientes.
En la imagen, la ciudad es collage de cartón pintado que se levanta desde el borde inferior de página doble. Más arriba, dos pares de ojos miran, seducen, hipnotizan, al observador. Un par de ellos en lugar del blanco que rodea al iris tienen la rayada piel del tigre. Esta inversión es correlato de otra: hay que cerrar los ojos para ver. Como en “La noche boca arriba”, de J. Cortázar, donde el protagonista oscila entre dos mundos y el pasaje se produce mediante el abrir y cerrar de ojos.
Mirar hacia adentro, hacer silencio: actitudes del lector-cazador- yo lírico ante el cual el poeta- encantador de serpientes convoca al tigre. El tigre pasa en las palabras, “es” en ellas. Según la autora, en el antiguo idioma persa, la palabra “tigre” significa “flecha”. Y el lector-cazador puede dejar de serlo para convertirse en tigre y también en flecha.
Como el felino salta las aguas, el poema salta y en el salto omite, elide, logra la identificación del sujeto con los atributos distintivos del animal.
Yo lo seguí.
Yo valiente.
Yo veloz.
Como un tigre.
El niño ya viste la piel del tigre y cruza los misterios de la otra noche.
“Este tigre es una fiera/ a su manera…”
De esa experiencia iniciática, mística y poética, el yo lírico regresa al mundo cotidiano, pero no solo. El tigre es invitado, y con él el lector.
Trae acá esa pata.
Aquí,
sobre mis hombros,
para que,
en el recreo,
todos sepan
que yo tengo un amigo
verdadero.
La verdad del tigre amigo es la del juego del niño, la del arte, que trae algo nuevo, algo otro. Una verdad que puede transformar un dictado en una cacería de acentos, la visita al zoológico en “un río de tigres/ corriendo bajo los árboles”. En las páginas de este libro, se revela en el extrañamiento operado por la palabra y la imagen. Así la metáfora y el collage, como dice G. Rodari acerca de las adivinanzas infantiles,
“representan la forma concentrada, casi emblemática, de experiencia de conquista de la realidad. Para el niño el mundo está lleno de objetos misteriosos, de acontecimientos incomprensibles, de figuras indescifrables (…) De aquí el placer de probar de forma desinteresada, por juego, o casi por entrenamiento, la emoción de la búsqueda y la sorpresa.” (Rodari, 1995: 48)
¿Todos pueden descifrar las figuras, descubrir el tigre? Para verlo no basta con mirar: hay que correr el riesgo, pasar a la otra noche y volver para encontrar tigres en unas hojas secas o en la viruta de los lápices. Algunos que lo logran “tiemblan de belleza” porque algo inefable se comunica, aunque abra más interrogantes. Como los que multiplican el asombro en el poema de W. Blake.Para otros, tal vez sabios, lo extraordinario forma parte de lo cotidiano :
Los ancianos “Otra vez
que juegan ajedrez con el tigre
en el parque de paseo’”.
se dicen:
Despedida e invitación
Pero no todos se convierten en cazadores/ lectores… o no siempre.
Vino a despedirse. El que no quería
La piel le colgaba correr ni cazar
un poco -ya lo adivinaste-
(de los codos). era yo.
De repente Por eso se hizo viejo.
me pareció viejo. Por eso se despidió
¿Porque creció el niño el tigre se hizo viejo? ¿Es el tiempo el que envejece al animal y al ser humano?
Cómplices, los lectores que corrimos con el tigre en el poema sabemos que sin el deseo y el ruego, sin la otra mirada, no hay aventura ni cacería, no hay búsqueda ni hallazgo. El mundo y el texto se reducen no por el paso del tiempo sino por la actitud con que son transitados.
Pero el tigre puede regresar en la memoria, en la palabra e imagen poéticas. Algún aspecto de la infancia vuelve desde la experiencia artística, o algo del ser niño es necesario para ser parte del juego estético.
En el cruce de lenguajes y de géneros (¿lo fantástico en poesía?) de este libro (¿poemario visual?) somos convocados y desafiados al misterio y a la aventura. El faquir, el encantador de serpientes, el niño van delante con multitud de tigres.
Adriana Grosso
María García Esperón nació en la Ciudad de México en 1964. Estudió Ciencias Humanas en la
Universidad del Claustro de Sor Juana y realizó estudios de Letras Clásicas en la
Universidad Nacional Autónoma de México. Es periodista y escritora dedicada a la literatura infantil y juvenil. Aunque la mayor parte de su obra es narrativa y en ella vuelca su amor y saber por las culturas antiguas, con Tigres de la otra noche en 2005 ganó el Premio Hispanoamericano de Poesía para Niños convocado por la Fundación Letras Mexicanas y el Fondo de Cultura Económica. Puede ser de interés la entrevista donde habla, entre otros temas, de la génesis de ese libro en
http://www.cuatrogatos.org/entrevistamariagarciaesperon.html
Alejandro Magallanes también nació en la ciudad de México pero en 1971. Estudió diseño gráfico en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la Universidad Nacional Autónoma de México y es conocido por sus pósters en los que emplea diversas técnicas y materiales. En el campo de la literatura infantil y juvenil, ilustró Quiere a ese perro, de Sharon Creech (México, FCE, 2004) con un estilo muy diferente al empleado en Tigres de la otra noche. En este libro emplea el collage que, por los materiales y paleta de colores usados, se relaciona con los que los niños hacen y con la tierra (verdes, marrones, amarillos, naranjas, blanco, negro).
Bibliografía
Bajour, Cecilia(2010) “El arte de la sorpresa: la metonimia de la imagen en los libros-álbum” en Colomer, Teresa, Kümmerlin-Meibauer, Bettina y Silva-Díaz, María Cecilia (coord.). Cruces de miradas: Nuevas aproximaciones al libro-álbum. Banco del Libro de Venezuela, Gretel. Caracas.
Genovese, Alicia (2011) “Lo leve, lo grave, lo opaco. Amelia biagioni, Susana Thenón, otras voces”, en Leer poesía. Lo leve, lo grave, lo opaco. Buenos Aires, FCE, pp 37 -44.
Gruss, Luis (2010) El silencio. Lo invisible en la vida y el arte. Buenos Aires, Capital Intelectual.
Rodari, Gianni (1995) Gramática de la fantasía. Introducción al arte de inventar historias. Barcelona, Editorial Argos Vergara.
Adriana Grosso (
adlet.grosso@gmail.com), Profesora en Letras egresada de la UBA. Participó del Taller de escritura con orientación docente a cargo de Gloria Pampillo y Maite Alvarado, en la FFyL de la misma Universidad, y del Taller literario de Nicolás Bratosevich. Ha ejercido la docencia en los Niveles Secundario y Terciario. Coordinó talleres literarios en el C.C. Espacios y compartió el dictado de otros para docentes del 1er y 2do ciclo en el marco de las actividades de Extensión Universitaria de la UBA. El presente trabajo surge de la Especialización en LIJ que cursa en la UNSAM
[1] Vale la pena conocer El libro de las preguntas, de Pablo Neruda ilustrado por Isidro Ferrer, Colores con brisa, de Carlos Pellicer, y Agua/Cero, de María Teresa Andruetto y Guillermo Daghero.